En la historia financiera cotidiana, las tarjetas de crédito se han convertido en aliadas esenciales para muchos hogares españoles, sirviendo como bálsamo para sortear obstáculos económicos. Sin embargo, este recurso, aparentemente inofensivo, puede llevar consigo la sombra de las deudas acumuladas, desencadenando preguntas cruciales sobre prescripción y responsabilidad. Pero hay algo cierto; por el transcurso del tiempo, las deudas se extinguen si no se reclaman en el plazo legalmente establecido.
Las deudas, como los relojes de arena, están sujetas a un tiempo finito de exigibilidad. La prescripción, ese fenómeno legal que otorga una suerte de libertad financiera, se teje en los pliegues de la ley. La respuesta a cuándo prescribe una tarjeta de crédito, está en la Ley que define los plazos de prescripción. Estos plazos, delineados con precisión legal, se extienden entre 3 y 15 años, según la tipología de la deuda en cuestión.
Para las tarjetas de crédito, el péndulo temporal experimentó un cambio significativo en octubre de 2015, cuando el Código Civil redujo el plazo de prescripción de 15 años a 5. Esta transformación, inscrita en el artículo 1964 del Código Civil, es la raíz de la siguiente paradoja temporal.
La sentencia del Tribunal Supremo, fechada el 20 de enero de 2020, ilumina el camino en este intrincado rompecabezas temporal:
Requisitos para la Desaparición Temporal de Deudas:
La prescripción no es solo una cuestión de tiempo; requiere un conjunto específico de condiciones. La entidad bancaria o financiera, guardián de la deuda, debe abstenerse de acciones judiciales o extrajudiciales durante el período de prescripción. Asimismo, el deudor no puede haber reconocido ni aceptado la deuda pendiente. Solo bajo estas condiciones, la deuda se evapora en el manto del tiempo legal.
Es decir, no debe mediar, durante el tiempo que dura la prescripción, ninguna reclamación del acreedor ni reconocimiento implícito o explícito de la deuda por parte del deudor. De lo contrario, a la pregunta de cuándo prescribe una tarjeta de crédito, responderemos que debe volver a contarse el plazo desde 0.
La prescripción, sin embargo, es una danza delicada. Las entidades financieras, como hábiles bailarines, a menudo interrumpen el paso del tiempo de prescripción al emprender acciones judiciales. El proceso, conocido como juicio monitorio, es un juego de cartas donde la entidad busca acelerar el cobro de la deuda. El deudor, en este escenario, se enfrenta a la amenaza de embargos y acciones legales. Estas acciones, como las extrajudiciales debidamente documentadas y justificadas, interrumpen la prescripción.
Ante este complicado escenario, la alternativa a plantearse en caso de que no haya prescrito la deuda de la tarjeta de crédito, es la Ley de la Segunda Oportunidad. Esta vía permite a individuos insolventes buscar la reducción o eliminación de sus deudas. Sin embargo, esta opción no es un camino sin espinas y requiere cumplir con ciertos requisitos.
En última instancia, el tiempo, aliado o adversario, juega un papel crucial en la danza financiera de las tarjetas de crédito. Entender la compleja coreografía sobre cuándo prescribe una tarjeta de crédito, no solo es esencial para protegerse como deudor. También para mantener una seguridad jurídica que ponga límites a través de las leyes que rigen nuestro tiempo económico. Contar con el adecuado asesoramiento de un bufete de abogados experto en defender al deudor, nos permitirá evitar pagar deudas prescritas.